Froylán Estrada Rendón representa el prototipo del político oportunista que ha hecho de la traición y el acomodo su estrategia de supervivencia. Su historial demuestra una ambición desmedida que lo lleva a brincar de partido en partido, siempre buscando mantenerse en el poder y colocar a sus incondicionales en posiciones clave.
Su estrategia es clara: vender favores, jurar lealtades efímeras y cambiar de color según convenga, no se conforma con haber sido alcalde, con haber sido presidente del DIF de Tuxtilla, ahora quiere meter a sus “incondicionales” o “ahijados” en varios puntos, como Jamir Torrencilla, en Chacaltianguis, así como en otros puntos de la cuenca de Cosamaloapan.
Más que liderazgo, lo que mueve a Estrada Rendón es su ansia de control y privilegios, rodeándose de una corte de protegidos que le garantizan influencia en distintas regiones de Veracruz. Sin proyecto real ni principios, su única bandera es su propio beneficio.
El caso de este personaje es un reflejo de cómo se ha degradado la política en Veracruz, donde figuras como él buscan perpetuarse en el poder mientras los municipios que dicen representar siguen en el abandono. La pregunta es si los partidos seguirán abriéndole la puerta o si, como ha ocurrido con otros caciques modernos, su carrera terminará desplomándose por su propio peso.